viernes, 21 de marzo de 2008
Fuertes medidas de seguridad en celebraciones en Jerusalem
LA VIA DOLOROSA NOS RECUERDA EL LUGAR POR DONDE TRANSITO JESUS DE NAZARETH. FOTOGRAFIA 2007
Por miedo a atentados durante la fiesta judía, con múltiples concentraciones callejeras, las fuerzas de seguridad han reforzado visiblemente su presencia en Jerusalén y cerrado además hasta el lunes los accesos a los territorios palestinos.Jerusalén.-La tensa situación de seguridad vivida en Israel no impidió que miles de peregrinos de todo el mundo se concentraran hoy en las calles de Jerusalén para conmemorar el Viernes Santo a lo largo del camino que, según la tradición, recorrrió Jesús hasta el lugar de la crucifixión.
La Semana Santa coincide este año con el Purim judío, una fiesta de disfraces similar al Carnaval. Desde hace días se puede ver a niños y mayores disfrazados por las calles.
En las sinagogas se lee el libro de Esther, sobre la victoria de los judíos frente a sus enemigos en la antigua Persia. Por miedo a atentados durante la fiesta judía, con múltiples concentraciones callejeras, las fuerzas de seguridad han reforzado visiblemente su presencia en Jerusalén y cerrado además hasta el lunes los accesos a los territorios palestinos.
Este fin de semana expiran también los 40 días de luto tras el asesinato del alto oficial de Hizbollah Emad Mughniya. Pese a que nadie ha reivindicado el atentado, la milicia libanesa responsabiliza a Israel y amenaza desde entonces con venganza.
Sin embargo, fieles cristianos de todas razas y procedencias poblaban desde primeras horas de la mañana de hoy la Vía Dolorosa jerosolimitana, a lo largo de la cual están repartidas la mayor parte de las 14 estaciones del Via Crucis.
Algunos de los peregrinos portaban cruces al hombro. Otros cantaban en idiomas varios o se postraban frente a algunas de las estaciones en las que se recuerda el sufrimiento del Mesias de los cristianos.
“Es una vivencia especial visitar el lugar en el que tiene lugar la historia de la muerte y resurrección”, afirma Alexander Schmidt, un alemán.
“Llevamos días dando vueltas por la ciudad y la impresión que me da es que sí, que lo que se narra en los Evangelios tuvo verdaderamente que ocurrir”, dice por su parte Santiago Tomás, un argentino que ha venido a Israel junto con su esposa italiana.
Al igual que muchos otros, Tomás y su mujer pensaron en cancelar su viaje cuando escucharon las noticias del atentado del pasado 6 de marzo en una escuela judía de Jerusalén, en el que murieron ocho estudiantes y el propio atacante. “Finalmente decidimos que vendríamos.
Es la mejor manera de ayudar a los cristianos locales, que son cada vez menos”, asegura Tomás.
Los responsables de las principales casas de peregrinos de Jerusalén explican que en los días posteriores al atentado, muchos viajeros que habían realizado ya su reserva comenzaron a llamar por teléfono para preguntar si el país seguía siendo seguro. Pero no se han registrado cancelaciones.
La Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén reúne en su interior las último cinco estaciones del Vía Crucis, desde que los soldados despojan a Jesús de sus vestiduras hasta que es sepultado. Allí, cientos de personas esperaban para besar la piedra sobre la que se clavó la cruz.
Otros se arrodillaban frente a la llamada Piedra de la Unción, sobre la que supuestamente fue embalsamado el cuerpo de Jesús y que luego sirvió de lápida para cerrar su tumba.
Tan sólo el sepulcro mismo permanecía cerrado, en recuerdo a la muerte de Jesús. Cientos de fieles encendían velas en torno a él. Otros sin más prendían la mechas con el fuego del lugar y las volvían a apagar para llevarlas a sus parroquías en sus lugares de origen. Pese a la avalancha de peregrinos, en las calles de Jerusalén era difícil ver a cristianos locales.
En la ciudad apenas viven 8.000. Y el cierre de los territorios palestinos por motivos de seguridad ha impedido que muchos cristianos de Cisjordania acudan a Jerusalén como en años anteriores para asistir a los oficios litúrgicos. “Sólo se ven extranjeros”, constata el propietario de un café. “Los cristianos de Belén han tenido que quedarse en casa”.
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