La vida en comunidad
Todo parte de la comunidad, de todos nosotros juntos. Las características fundamentales que ella tiene, hacia adentro, hacia ella misma, son:
a. Modelo “trinitario”: En la trinidad todos son iguales. Y ES la trinidad nuestro ejemplo por excelencia de comunidad. Esto nos da el principio de horizontalidad.
b. Modelo “kenótico”: Tenemos siempre presente la entrega de Cristo al venir a la cruz para morir por nosotros y abandonar su dignidad divina en los cielos. Esto se refiere al trato entre los miembros de la comunidad. En humildad un miembro decide someterse al otro, de manera voluntaria. Así debemos ser entre todos, con una actitud de obediencia los unos con los otros, sin prioridad de la voluntad de alguno por sobre otros. Nadie más que el otro. Esto nos da el principio de entrega
Estos dos elementos traen lo siguiente:
(1) La igualdad absoluta entre todos los miembros (no existen jerarquías y por ende no es necesaria la institucionalidad).
(2) El sacerdocio de todos los creyentes y el hecho de que todos tengamos que hacer la misión. La suma de ambas nos trae una conclusión determinante: no existe en nuestra comunidad la línea entre el laico y el pastor. No existe porque somos ontológicamente lo mismo; no existe porque todos somos iguales.
(3) La entrega de los miembros por su otro, por su hermano, la actitud permanente de servicio.
¿Y para qué existimos?
(1) Para hacer comunidad, reuniéndonos, participando de la presencia conjunta, compartiendo nuestros sentimientos y pensamientos, estudiando juntos la Palabra de Dios, etc.
(2) Para cumplir la misión que Dios nos ha puesto en la tierra. ¿Qué misión? La que hemos definido previamente: misión integral ya sea en lo espiritual, en el medio ambiente, en lo interno del ser humano o en lo social: donde Dios nos llame a trabajar. Allí la comunidad debe impulsarse activamente en una actitud solidaria con el mundo, comprendiendo lo mejor posible lo que sucede y estando prestos a dar, porque de esa manera podremos comprometernos con la idea de construir el reino de Dios en la tierra.
a. Modelo “trinitario”: En la trinidad todos son iguales. Y ES la trinidad nuestro ejemplo por excelencia de comunidad. Esto nos da el principio de horizontalidad.
b. Modelo “kenótico”: Tenemos siempre presente la entrega de Cristo al venir a la cruz para morir por nosotros y abandonar su dignidad divina en los cielos. Esto se refiere al trato entre los miembros de la comunidad. En humildad un miembro decide someterse al otro, de manera voluntaria. Así debemos ser entre todos, con una actitud de obediencia los unos con los otros, sin prioridad de la voluntad de alguno por sobre otros. Nadie más que el otro. Esto nos da el principio de entrega
Estos dos elementos traen lo siguiente:
(1) La igualdad absoluta entre todos los miembros (no existen jerarquías y por ende no es necesaria la institucionalidad).
(2) El sacerdocio de todos los creyentes y el hecho de que todos tengamos que hacer la misión. La suma de ambas nos trae una conclusión determinante: no existe en nuestra comunidad la línea entre el laico y el pastor. No existe porque somos ontológicamente lo mismo; no existe porque todos somos iguales.
(3) La entrega de los miembros por su otro, por su hermano, la actitud permanente de servicio.
¿Y para qué existimos?
(1) Para hacer comunidad, reuniéndonos, participando de la presencia conjunta, compartiendo nuestros sentimientos y pensamientos, estudiando juntos la Palabra de Dios, etc.
(2) Para cumplir la misión que Dios nos ha puesto en la tierra. ¿Qué misión? La que hemos definido previamente: misión integral ya sea en lo espiritual, en el medio ambiente, en lo interno del ser humano o en lo social: donde Dios nos llame a trabajar. Allí la comunidad debe impulsarse activamente en una actitud solidaria con el mundo, comprendiendo lo mejor posible lo que sucede y estando prestos a dar, porque de esa manera podremos comprometernos con la idea de construir el reino de Dios en la tierra.
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