En el siglo XI el canto congregacional había perdido mucho debido a las restricciones y las regulaciones a la que fue sometido por las autoridades eclesiásticas. La participación de los fieles en los servicios religiosos se había reducido a unos pocos responsorios. Pero el papel que Dios tenía para el canto en la vida de la iglesia no había cambiado. Dios siempre le ha dado a su pueblo un cántico nuevo que nunca ha sido posible silenciarlo.
Mientras por un lado en la Iglesia se desarrollaba un arte ornamental complejo y sofisticado, por el otro lado la gente común encontraba tenía un repertorio para sus voces en los coros, dramas medievales y cantos folklóricos. Y es que la música siempre ha servido de fondo para los aspectos de la vida cotidiana.
Los monjes de la época medieval contribuyeron significativamente al canto congregacional en su tiempo. Bernard de Clairvaux (1090-1153) escribió himnos de mucha profundidad como "En ti, Jesús, dulce es pensar". En Italia, Francisco de Asís (1182-1226) usualmente improvisaba cantos de alabanza y devoción. Hoy en día en algunas iglesias se canta la adaptación que Francisco hiciese al Salmo 145 "Oh, criaturas del Señor". A pesar de los esfuerzos de la Iglesia para controlar el uso de la música entre el pueblo de Dios, el canto fluía libremente en las calles.
El inicio del siglo XVI se montó el escenario para que se produjesen grandes cambios en la Iglesia. Se volvieron a imponer las doctrinas básicas del cristianismo tales como la justificación por la fe, el sacerdocio de todos los creyentes y la autoridad de la Palabra de Dios. En esos mismos días se criticaban los cantos gregorianos porque no se entendían, eran muy elaborados y demasiado teatrales. Por otro lado la invención de la imprenta hizo posible que se publicase la música y que se diseminara ampliamente. Esto permitió a que no se restringiese nunca mas el canto del pueblo de Dios.
Entre los reformadores que ayudaron a transformar y establecer el canto congregacional, Martín Lutero (1483-1546) es sin duda el más notable. A Lutero en algunas ocasiones se le ha dado el título de ser el "padre del canto congregacional". Seguramente este título es algo exagerado. Sin embargo, el experto en himnos, Eric Routley expresa que fue Lutero "quien propagó con éxito la idea de que el canto comunitario debería ser parte integral de la adoración pública". El éxito de Lutero sin duda se debió a la combinación de su destreza musical, su pasión por restaurar la verdadera adoración en el pueblo y su creencia que "después de la Palabra de Dios, la música se merece toda alabanza". Lutero vio la música como un don de Dios cuyo propósito es grabar en nuestros corazones las verdades teológicas. En un momento de mucha pasión dijo que aquel que no aprecia la música "como una maravillosa creación de Dios debe ser un patán que no merece ser llamado ser humano".
Puede que esta no sea la manera más persuasiva para ganar a otros, pero la pasión de Lutero por el canto congregacional está poderosamente expresada en los 37 himnos que compuso en su lengua materna, el alemán. Esto influyó mucho y ya para el momento de su muerte en 1564, se imprimían 60 himnarios en alemán. Seis años más tarde alrededor de 25 mil himnos ya estaban escritos en alemán. ¿No es esto una explosión de adoración?
Así como Lutero influyó profundamente en el canto cristiano del siglo XVI, hay dos hombres que también han ayudado al desarrollo del mismo y eso lo vamos a ver en nuestra próxima entrega
Para Su Gloria
Bob
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